Autor: José Luis Martín Descalzo
Fuente: Razones para el amor
Una de las grandes tentaciones de nuestra generación es el miedo. Y una de las más extendidas. Al menos yo me encuentro cada vez con más personas que viven acobardadas, a la defensiva, no tanto por lo que les ocurre cuanto por lo que puede venir.
Y lo peor del miedo es que es una reacción espontánea y -a poco que el hombre se descuide- casi inevitable. Sobre todo en los grandes períodos de cambios como el que vivimos.
Quizá lo más característico de nuestra civilización sea, precisamente, el endiablado ritmo con que ocurren las cosas. Lo que ayer mismo era normal, hoy se ha convertido en desusado. Las ideas en que nos sosteníamos son socavadas desde todos los frentes. La inseguridad se nos ha vuelto ley de vida. La gente mira a derecha e izquierda inquietamente y te pregunta: Pero ¿qué es lo que nos pasa? Y no se dan cuenta de que lo que nos pasa es, precisamente, que no sabemos qué es lo que nos pasa.
Y surge el miedo. El hombre -lo queramos o no- es un animal de costumbres. En cuanto pasan las inquietudes de la juventud, todos tendemos a instalarnos: en nuestras ideas, en nuestros modos de ser y de vivir. Cuando alguien nos lo cambia, sentimos que nos roban la tierra bajo los pies. Y, al sentirnos inseguros, brota el miedo.
Un miedo que se percibe en todos los campos: hay creyentes angustiados que temen que les «cambien» la fe. Hay padres que tiemblan de sólo pensar en el futuro de sus hijos. En el campo político son muchos los que ya cambiaron las ilusiones de siglo XX por los miedos del XXI.
Y hay que decir sin rodeos que no hay mejor camino para equivocarse que el que juzga y construye sobre el miedo. Porque si el pánico paraliza el cuerpo del que lo sufre, también inmoviliza y encadena su inteligencia. El miedoso se vuelve daltónico -ya no ve sino las cosas que le amenazan. Y no se puede construir nada viviendo a la defensiva.
El miedoso es alguien que apuesta siempre por el «no» en caso de duda. Se rodea de prohibiciones y murallas y termina provocando los efectos contrarios a los que aspira. Un padre aterrado ante el futuro de sus hijos no tardará mucho en convertirlos en rebeldes. Un obispo o un cura que tiembla ante el futuro de la fe fabricará descreídos o resentidos. Un viejo que teme la muerte se olvidará de vivir. Un joven dominado por el temor se volverá viejo antes de tiempo.
Esto, naturalmente, no significa canonizar todo cambio. Hay cambios con los que el mundo avanza (y deben ser apoyados por todos) y algunos con los que se camina hacia atrás. Y habrá que resistir frente a ellos. Pero resistir desde la seguridad de aquello en lo que se cree, no desde el pánico de lo que se teme. El miedoso no se atreve a confesárselo, pero en realidad teme porque no está seguro ni de sus creencias ni de si mismo. Entonces se defiende y patalea. Pero ya no defiende su verdad, sino su seguridad.
No hay que tener miedo. Nunca. A nada. Salvo a nuestro propio miedo.
Psicologos Anónimos
jueves, 2 de septiembre de 2010
miércoles, 25 de agosto de 2010
Boletín de la comunidad de Psicólogos Católicos
Los comportamientos controladores dañan la amistad matrimonial
Autor: Genevieve Pollock
Fuente: Caminocatólico
Muchos matrimonios y familias de hoy se ven afectados por problemas de control y confianza, afirma Richard Fitzgibbons, pero gracias a los sacramentos y a la práctica de la virtud estos problemas pueden superarse.
* "Las tendencias controladoras dañan la entrega sana y cariñosa en el matrimonio, el amor romántico, el amor prometido y refuerzan el egoísmo"
* "Los esposos y familiares controladores son también irritables y suelen estar tristes porque, de hecho, no es posible controlar a nadie dado que tenemos una dignidad y un vigor como hijos de Dios"
* "La falta de respeto lleva al otro esposo a sentirse triste, enfadado, desconfiado e inseguro. A no ser que este conflicto se trate de modo adecuado y correcto, pueden desarrollarse graves conflictos, incluyendo la depresión, problemas de ansiedad, abusos graves, infidelidad, y separación y divorcio"
Este ha sido el tema de un reciente encuentro en web de una serie patrocinada por el Institute for Marital Healing, que ofrece recursos para parejas, consejeros y clero sobre temas de paternidad, edad adulta, vida familiar y matrimonio. Fitzgibbons, director del instituto, ha trabajado con miles de parejas y ha hablado y escrito extensamente sobre estos temas. En el 2008, fue nombrado también consultor de la Congregación del Clero de la Santa Sede. Fitzgibbons habla en esta entrevista sobre las causas modernas de los problemas de confianza, la distinción entre ser fuerte y ser controlador, y las virtudes particulares que proporcionan un antídoto a estos problemas.
Usted menciona que la sección más popular de su página web es la dedicada al esposo o esposa o al familiar controlador. ¿Por qué cree usted que hay tanto interés en este tema?
Contábamos con que el capítulos visitado con más frecuencia fuera la de la esposa o familiar enfadado y, al inicio, nos sorprendimos por la respuesta del capítulo del esposo o esposa controlador.
Tras pensar y rezar sobre este interés, llegué a una comprensión más profunda de los graves factores personales y culturales que están contribuyendo a una tendencia a dominar o a no confiar en los demás, algo que da como resultado la necesidad de controlar.
¿Podría describir brevemente las características de una persona controladora?
La peor debilidad de carácter en una persona que cae en la tendencia a controlar, y todos nosotros podemos caer en ocasiones, es tratar al esposo o a la esposa, que es un gran don de Dios, con falta de respeto.
La persona controladora se vuelca hacia sí misma y de tal forma que no puede ver la bondad de su esposo o esposa.
La otra gran debilidad es dejarse llevar con rapidez y en exceso por la cólera. Los esposos y familiares controladores son también irritables y suelen estar tristes porque, de hecho, no es posible controlar a nadie dado que tenemos una dignidad y un vigor como hijos de Dios.
Finalmente, las tendencias controladoras dañan la entrega sana y cariñosa en el matrimonio y refuerzan el egoísmo, una de las principales causas de los comportamientos controladores.
¿Qué daño pueden causar los esposos o familiares controladores?
Los comportamientos controladores dañan la amistad matrimonial, el amor romántico y amor prometido, tres áreas esenciales de la entrega matrimonial que Juan Pablo II describe en “Amor y Responsabilidad”.
La falta de respeto lleva al otro esposo a sentirse triste, enfadado, desconfiado e inseguro. A no ser que este conflicto se trate de modo adecuado y correcto, pueden desarrollarse graves conflictos, incluyendo la depresión, problemas de ansiedad, abusos graves, infidelidad, y separación y divorcio.
En nuestra rápida sociedad, en que se exige a la gente que controle y domine tantos aspectos de sus vidas - economía, salud, trabajo, familia, etc. -, ¿una naturaleza controladora no es más una ventaja, incluso una necesidad para sobrevivir? ¿Ve usted algo positivo en este tipo de personalidad?
Sí, la confianza y el vigor son rasgos sanos en la personalidad que nos permiten responder a tantos desafíos en el gran sacramento del matrimonio y en la vida familiar.
Sin embargo, es necesario el crecimiento diario en las virtudes de manera que un esposo no puede cruzar la línea porque tenga estas cualidades y convertirse así en controlador.
Las virtudes que son esenciales para equilibrar el don de la fortaleza son la amabilidad, la humildad, la mansedumbre, el autocontrol y la fe.
Una de las metas del matrimonio es la fortaleza y la confianza, pero no el control. Animo a muchos maridos fuertes a rezar a san Pedro para que les proteja para que no sean líderes controladores de su hogar.
Usted indica que, en el corazón de una personalidad controladora, suele haber problemas de confianza. ¿Podría ampliar esto?
Una importante causa de la tendencia a controlar o dominar es el haber dañado en la niñez la capacidad de una persona para confiar o sentirse seguro.
Después, los esposos pueden dejarse llevar de manera inconsciente por el miedo hasta una forma de actuar controladora, es decir, sólo se sienten seguros cuando tienen el control, algo que por supuesto nunca tendrán. En el pasado los conflictos de la infancia comunes eran alcoholismo, los enfrentamientos entre los padres y la experiencia de un progenitor controlador.
Las causas más recientes de graves daños a la confianza durante la infancia son la cultura del divorcio, la guardería, y la epidemia de egoísmo en los padres debida en gran parte a una mentalidad anticonceptiva. Además, los hombres inseguros asumen comportamientos controladores en un intento de alentar su confianza masculina. En los adultos jóvenes la cultura de las relaciones diversas también dañar gravemente su capacidad de confiar sin que se den cuenta.
Finalmente, en el Catecismo de la Iglesia Católica se describe un factor espiritual importante que no debería pasarse por alto: “Todo hombre, tanto en su entorno como en su propio corazón, vive la experiencia del mal. Esta experiencia se hace sentir también en las relaciones entre el hombre y la mujer. En todo tiempo, la unión del hombre y la mujer vive amenazada por la discordia, el espíritu de dominio, la infidelidad, los celos y conflictos que pueden conducir hasta el odio y la ruptura” (No. 1606).
¿Cómo puede una persona comenzar a afrontar estos temas, y cambiar su naturaleza controladora? ¿Cómo puede alguien ayudar a alguien a quien se ama y que puede ser controlador?
El primer paso es la necesidad de destapar esta grave debilidad matrimonial.
Si los esposos confiasen en Dios más en sus matrimonios, no temerían enfrentarse a esta dificultad y pedir cambiar.
El necesario cambio puede tener lugar por un compromiso para crecer en confianza en Dios y en la propia esposa o esposo, por un proceso de perdón hacia quienes, en la infancia, dañaron la confianza, por una decisión para parar los repetidos comportamientos controladores de un padre, por la meditación regular sobre el hecho de que Dios lleva el control, y por el crecimiento en numerosas virtudes entre las que se incluyen el respeto, la fe, la amabilidad, la humildad, la magnanimidad y el amor.
El papel de la fe puede ser muy eficaz para afrontar esta grave debilidad de carácter. Hemos visto notables mejoras en la lucha contra esta dañina debilidad de carácter a través de la gracia en el sacramento de la reconciliación. Animamos a las parejas católicas controladoras a buscar la cura en este poderoso sacramento.
Además, las esposas controladoras se pueden beneficiar de profundizar en su relación con Nuestra Señora, de volverse hacia ella como modelo y adquiriendo sus virtudes descritas por San Luis de Monfort en “La Verdadera Devoción a la Bienaventurada Virgen”.
A los maridos controladores les beneficiará el meditar sobre san José y pedirle que les ayude a ser amables, protectores, sensibles, líderes entregados y alegres en sus matrimonios y familias.
Como psiquiatra, ¿cuándo sugeriría que se busque ayuda externa, de un sacerdote o consejero, para curar las heridas emocionales de una persona?
Recomiendo ir a un sacerdote antes de ir a un consejero porque demasiados profesionales de la salud mental apoyan la actual cultura de egoísmo.
Brad Wilcox, un joven sociólogo católico de la Universidad de Virginia, ha escrito sobre la influencia del campo de la salud mental en el matrimonio: “El centrarse la revolución psicológica en la realización individual y en el crecimiento personal ha dado como resultado que el matrimonio sea visto como un vehículo para una ética orientada hacia uno mismo, una ética del romance, la intimidad y la realización”.
“En esta nueva postura psicológica hacia la vida matrimonial, la obligación primaria de uno no es hacia la propia familia sino hacia uno mismo; de ahí que el éxito matrimonial se haya definido no como el cumplir con éxito las obligaciones hacia la esposa o esposo y hacia los hijos sino como una sensación fuerte de alegría subjetiva en el matrimonio - que se encontraría en y a través de una relación intensa y emocional con la esposa o el esposo”.
Creemos que un compromiso sincero de cada uno de los esposos por crecer en el conocimiento de sí mimos y en las virtudes puede resolver el conflicto de un esposo controlador sin la necesidad de una terapia matrimonial. No obstante, están disponibles nuevas fuentes de referencia matrimonial, fieles a las enseñanzas de Cristo, en las páginas webs de Catholic Therapist y Catholic Psychotherapy.
La intercesión de Nuestra Señora en Caná llevó al primer milagro del Señor de llevar más alegría a un joven matrimonio. Animamos a las parejas católicas a luchar contra los conflictos de control y egoísmo dirigiéndose a ella para otro milagro en sus matrimonios.
Autor: Genevieve Pollock
Fuente: Caminocatólico
Muchos matrimonios y familias de hoy se ven afectados por problemas de control y confianza, afirma Richard Fitzgibbons, pero gracias a los sacramentos y a la práctica de la virtud estos problemas pueden superarse.
* "Las tendencias controladoras dañan la entrega sana y cariñosa en el matrimonio, el amor romántico, el amor prometido y refuerzan el egoísmo"
* "Los esposos y familiares controladores son también irritables y suelen estar tristes porque, de hecho, no es posible controlar a nadie dado que tenemos una dignidad y un vigor como hijos de Dios"
* "La falta de respeto lleva al otro esposo a sentirse triste, enfadado, desconfiado e inseguro. A no ser que este conflicto se trate de modo adecuado y correcto, pueden desarrollarse graves conflictos, incluyendo la depresión, problemas de ansiedad, abusos graves, infidelidad, y separación y divorcio"
Este ha sido el tema de un reciente encuentro en web de una serie patrocinada por el Institute for Marital Healing, que ofrece recursos para parejas, consejeros y clero sobre temas de paternidad, edad adulta, vida familiar y matrimonio. Fitzgibbons, director del instituto, ha trabajado con miles de parejas y ha hablado y escrito extensamente sobre estos temas. En el 2008, fue nombrado también consultor de la Congregación del Clero de la Santa Sede. Fitzgibbons habla en esta entrevista sobre las causas modernas de los problemas de confianza, la distinción entre ser fuerte y ser controlador, y las virtudes particulares que proporcionan un antídoto a estos problemas.
Usted menciona que la sección más popular de su página web es la dedicada al esposo o esposa o al familiar controlador. ¿Por qué cree usted que hay tanto interés en este tema?
Contábamos con que el capítulos visitado con más frecuencia fuera la de la esposa o familiar enfadado y, al inicio, nos sorprendimos por la respuesta del capítulo del esposo o esposa controlador.
Tras pensar y rezar sobre este interés, llegué a una comprensión más profunda de los graves factores personales y culturales que están contribuyendo a una tendencia a dominar o a no confiar en los demás, algo que da como resultado la necesidad de controlar.
¿Podría describir brevemente las características de una persona controladora?
La peor debilidad de carácter en una persona que cae en la tendencia a controlar, y todos nosotros podemos caer en ocasiones, es tratar al esposo o a la esposa, que es un gran don de Dios, con falta de respeto.
La persona controladora se vuelca hacia sí misma y de tal forma que no puede ver la bondad de su esposo o esposa.
La otra gran debilidad es dejarse llevar con rapidez y en exceso por la cólera. Los esposos y familiares controladores son también irritables y suelen estar tristes porque, de hecho, no es posible controlar a nadie dado que tenemos una dignidad y un vigor como hijos de Dios.
Finalmente, las tendencias controladoras dañan la entrega sana y cariñosa en el matrimonio y refuerzan el egoísmo, una de las principales causas de los comportamientos controladores.
¿Qué daño pueden causar los esposos o familiares controladores?
Los comportamientos controladores dañan la amistad matrimonial, el amor romántico y amor prometido, tres áreas esenciales de la entrega matrimonial que Juan Pablo II describe en “Amor y Responsabilidad”.
La falta de respeto lleva al otro esposo a sentirse triste, enfadado, desconfiado e inseguro. A no ser que este conflicto se trate de modo adecuado y correcto, pueden desarrollarse graves conflictos, incluyendo la depresión, problemas de ansiedad, abusos graves, infidelidad, y separación y divorcio.
En nuestra rápida sociedad, en que se exige a la gente que controle y domine tantos aspectos de sus vidas - economía, salud, trabajo, familia, etc. -, ¿una naturaleza controladora no es más una ventaja, incluso una necesidad para sobrevivir? ¿Ve usted algo positivo en este tipo de personalidad?
Sí, la confianza y el vigor son rasgos sanos en la personalidad que nos permiten responder a tantos desafíos en el gran sacramento del matrimonio y en la vida familiar.
Sin embargo, es necesario el crecimiento diario en las virtudes de manera que un esposo no puede cruzar la línea porque tenga estas cualidades y convertirse así en controlador.
Las virtudes que son esenciales para equilibrar el don de la fortaleza son la amabilidad, la humildad, la mansedumbre, el autocontrol y la fe.
Una de las metas del matrimonio es la fortaleza y la confianza, pero no el control. Animo a muchos maridos fuertes a rezar a san Pedro para que les proteja para que no sean líderes controladores de su hogar.
Usted indica que, en el corazón de una personalidad controladora, suele haber problemas de confianza. ¿Podría ampliar esto?
Una importante causa de la tendencia a controlar o dominar es el haber dañado en la niñez la capacidad de una persona para confiar o sentirse seguro.
Después, los esposos pueden dejarse llevar de manera inconsciente por el miedo hasta una forma de actuar controladora, es decir, sólo se sienten seguros cuando tienen el control, algo que por supuesto nunca tendrán. En el pasado los conflictos de la infancia comunes eran alcoholismo, los enfrentamientos entre los padres y la experiencia de un progenitor controlador.
Las causas más recientes de graves daños a la confianza durante la infancia son la cultura del divorcio, la guardería, y la epidemia de egoísmo en los padres debida en gran parte a una mentalidad anticonceptiva. Además, los hombres inseguros asumen comportamientos controladores en un intento de alentar su confianza masculina. En los adultos jóvenes la cultura de las relaciones diversas también dañar gravemente su capacidad de confiar sin que se den cuenta.
Finalmente, en el Catecismo de la Iglesia Católica se describe un factor espiritual importante que no debería pasarse por alto: “Todo hombre, tanto en su entorno como en su propio corazón, vive la experiencia del mal. Esta experiencia se hace sentir también en las relaciones entre el hombre y la mujer. En todo tiempo, la unión del hombre y la mujer vive amenazada por la discordia, el espíritu de dominio, la infidelidad, los celos y conflictos que pueden conducir hasta el odio y la ruptura” (No. 1606).
¿Cómo puede una persona comenzar a afrontar estos temas, y cambiar su naturaleza controladora? ¿Cómo puede alguien ayudar a alguien a quien se ama y que puede ser controlador?
El primer paso es la necesidad de destapar esta grave debilidad matrimonial.
Si los esposos confiasen en Dios más en sus matrimonios, no temerían enfrentarse a esta dificultad y pedir cambiar.
El necesario cambio puede tener lugar por un compromiso para crecer en confianza en Dios y en la propia esposa o esposo, por un proceso de perdón hacia quienes, en la infancia, dañaron la confianza, por una decisión para parar los repetidos comportamientos controladores de un padre, por la meditación regular sobre el hecho de que Dios lleva el control, y por el crecimiento en numerosas virtudes entre las que se incluyen el respeto, la fe, la amabilidad, la humildad, la magnanimidad y el amor.
El papel de la fe puede ser muy eficaz para afrontar esta grave debilidad de carácter. Hemos visto notables mejoras en la lucha contra esta dañina debilidad de carácter a través de la gracia en el sacramento de la reconciliación. Animamos a las parejas católicas controladoras a buscar la cura en este poderoso sacramento.
Además, las esposas controladoras se pueden beneficiar de profundizar en su relación con Nuestra Señora, de volverse hacia ella como modelo y adquiriendo sus virtudes descritas por San Luis de Monfort en “La Verdadera Devoción a la Bienaventurada Virgen”.
A los maridos controladores les beneficiará el meditar sobre san José y pedirle que les ayude a ser amables, protectores, sensibles, líderes entregados y alegres en sus matrimonios y familias.
Como psiquiatra, ¿cuándo sugeriría que se busque ayuda externa, de un sacerdote o consejero, para curar las heridas emocionales de una persona?
Recomiendo ir a un sacerdote antes de ir a un consejero porque demasiados profesionales de la salud mental apoyan la actual cultura de egoísmo.
Brad Wilcox, un joven sociólogo católico de la Universidad de Virginia, ha escrito sobre la influencia del campo de la salud mental en el matrimonio: “El centrarse la revolución psicológica en la realización individual y en el crecimiento personal ha dado como resultado que el matrimonio sea visto como un vehículo para una ética orientada hacia uno mismo, una ética del romance, la intimidad y la realización”.
“En esta nueva postura psicológica hacia la vida matrimonial, la obligación primaria de uno no es hacia la propia familia sino hacia uno mismo; de ahí que el éxito matrimonial se haya definido no como el cumplir con éxito las obligaciones hacia la esposa o esposo y hacia los hijos sino como una sensación fuerte de alegría subjetiva en el matrimonio - que se encontraría en y a través de una relación intensa y emocional con la esposa o el esposo”.
Creemos que un compromiso sincero de cada uno de los esposos por crecer en el conocimiento de sí mimos y en las virtudes puede resolver el conflicto de un esposo controlador sin la necesidad de una terapia matrimonial. No obstante, están disponibles nuevas fuentes de referencia matrimonial, fieles a las enseñanzas de Cristo, en las páginas webs de Catholic Therapist y Catholic Psychotherapy.
La intercesión de Nuestra Señora en Caná llevó al primer milagro del Señor de llevar más alegría a un joven matrimonio. Animamos a las parejas católicas a luchar contra los conflictos de control y egoísmo dirigiéndose a ella para otro milagro en sus matrimonios.
martes, 24 de agosto de 2010
La carcajada
El que es feliz no necesita demostrarlo. El que no lo es, debe aparentarlo.
Autor: P. Mariano de Blas LC | Fuente: Catholic.net
No siempre la carcajada es señal de felicidad. Muchas veces es la simple máscara de una tragedia. ¿Por qué? Porque la verdadera felicidad está hecha de algunos materiales muy concretos.
Está hecha de paz con Dios, de paz consigo mismo, de amor al prójimo. Quien tiene estos materiales no necesita aspavientos, no necesita carcajadas. Sabe, se siente, es feliz.
Ahora bien, esta felicidad, esta paz del corazón está muy amenazada. Está ahí el pecado en sus diversas formas que mata esa paz. Está el rencor que pudre el corazón del hombre y que arranca de cuajo cualquier señal de paz. Está el pesimismo, el desaliento, la desesperanza, que destruyen completamente esa tierra, ese jardín donde no puede crecer la tranquilidad y la paz.
El que es feliz no necesita demostrarlo. El que no lo es, debe aparentarlo.
Autor: P. Mariano de Blas LC | Fuente: Catholic.net
No siempre la carcajada es señal de felicidad. Muchas veces es la simple máscara de una tragedia. ¿Por qué? Porque la verdadera felicidad está hecha de algunos materiales muy concretos.
Está hecha de paz con Dios, de paz consigo mismo, de amor al prójimo. Quien tiene estos materiales no necesita aspavientos, no necesita carcajadas. Sabe, se siente, es feliz.
Ahora bien, esta felicidad, esta paz del corazón está muy amenazada. Está ahí el pecado en sus diversas formas que mata esa paz. Está el rencor que pudre el corazón del hombre y que arranca de cuajo cualquier señal de paz. Está el pesimismo, el desaliento, la desesperanza, que destruyen completamente esa tierra, ese jardín donde no puede crecer la tranquilidad y la paz.
¿Me considero un hombre, una mujer feliz? Si lo eres, ya sé por qué; no es casualidad, es porque has cultivado las flores de la felicidad. Tú has cultivado el amor a Dios, has cultivado el amor a tu prójimo, has cultivado la paz de la conciencia; por eso eres feliz.El que es feliz no necesita demostrarlo. El que no lo es, debe aparentarlo. La carcajada suele ser una apariencia de felicidad.
martes, 25 de mayo de 2010
¡¡¡ DOCE DE AGOSTO DE 1990!!!! el mejor dia del mundo
JUAN PABLO II
ÁNGELUS
Domingo 12 de agosto de 1990
Domingo 12 de agosto de 1990
Entre las tareas del ministerio sacerdotal está la de la visita a los enfermos, a los cuales proporciona consuelo moral y espiritual para ayudarles a soportar la prueba de la enfermedad, y a superarla. Con vistas al próximo Sínodo, queremos reflexionar brevemente también sobre la formación encaminada a preparar a los sacerdotes para realizar esta tarea.
Constatamos constantemente en el Evangelio la atención especial de Jesús hacia los enfermos. Es una característica de su actividad. "Jesús ―dice san Mateo― recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Nueva del Reino y sanando toda enfermedad y toda dolencia" (Mt 9, 35). "Una numerosa multitud afluía para oírle y ser curados de sus enfermedades" (Lc 5, 15).
A través de la compasión a los enfermos y a los que sufren, Jesús revelaba el amor divino, que se inclina con piedad infinita sobre todas las miserias humanas. Al mismo tiempo mostraba una compasión eficaz: no sólo manifestaba su simpatía, sino que procuraba la curación. Él hacía ver que la omnipotencia divina se pone al servicio de los hombres, realizando muchos milagros en favor de los enfermos.
El sacerdote está llamado a seguir el ejemplo de Cristo y a llevar a los enfermos toda la simpatía del Salvador. A diferencia de Cristo, él no tiene el poder de curar a los enfermos, pero puede procurarles consuelo moral y espiritual, que los sostendrá en la prueba, y podrá incluso facilitar o acelerar la curación. Además, el sacerdote implorará y obtendrá, con la oración, el mejoramiento del estado de salud de los enfermos, que le están confiados.
Su ministerio pastoral lo lleva a practicar el amor hacia los más míseros, como lo recomienda el Evangelio. Cada vez que el sacerdote visita a un enfermo, está invitado a descubrir en él la misteriosa presencia de Cristo: "estaba enfermo y me visitasteis" (Mt 25, 36). En los sufrimientos del enfermo reconocerá con respeto y amor el misterio de Cristo crucificado, que se prolonga en las vidas humanas.
En esta perspectiva de la obra de salvación el sacerdote está llamado a visitar a los enfermos. Jesús multiplicó las curaciones milagrosas como signos de las curaciones que quería proporcionar a la humanidad. De la curación del cuerpo no hizo un objetivo absoluto: deseaba salvar a los hombres del mal. Por ello lo vemos perdonar los pecados al paralítico antes de curarlo y realizar el milagro para demostrar la realidad de ese perdón.
El sacerdote tendrá siempre ante los ojos el objetivo de su misión, la salvación integral del hombre, que es ante todo de orden espiritual. Será consciente de que la enfermedad es un tiempo de prueba, pero también de gracia, y animará a los enfermos a aprovechar esta gracia para acercarse a Cristo, descubrir su misteriosa presencia, aceptar la voluntad del Padre y ofrecerle con más generosidad sus dolores.
Pidamos a la Virgen María, que tiene un corazón tan compasivo, que guíe maternalmente a los sacerdotes en sus visitas y los anime incesantemente en este ministerio tan importante.
Después del Ángelus
Deseo agradeceros, amadísimos hermanos y hermanas de América Latina y de España, vuestra devota participación en esta bella oración mariana del Ángelus, mientras os recuerdo la necesidad de cultivar en este merecido tiempo de descanso los valores del espíritu, entre los que destaca, como se ve en la liturgia del día, la esperanza en Dios, quien, a pesar de los duros embates de la vida, está siempre dispuesto a dar su mano protectora. Me es grato saludar ahora al grupo de Religiosas de la Compañía de Santa Teresa de Jesús, así como a la peregrinación de la Parroquia de San Joaquín, de Cieza (Murcia). A vosotros y a todas las personas que se han unido espiritualmente a nuestra plegaria, a través de la radio o la televisión, bendigo de corazón.
lunes, 26 de abril de 2010
Hermana Glenda
Esta Reflexión queda super recomendada para todos, que sea lo que Dios quiera....Hermana Glenda
jueves, 22 de abril de 2010
¿Que significa tener una adicción sexual?
Cuándo se es adicto al sexo? Aquí te presentamos de manera concisa algunas de las características principales para reconocer la adicción sexual.
En medio de estas situaciones te puedes preguntar: ¿qué tanto es tantito?... Quiero hablarte de qué son las adicciones sexuales y, en el camino, podrás darte cuenta si estás metido en una sin saberlo. Antes de comenzar, me gustaría que consideraras esta idea: tus acciones no definen quién eres. Por lo tanto no es muy adecuado decir “soy un adicto sexual.” Eso sería una etiqueta falsa que te habrías impuesto y, peligrosamente, puede llevarte a no querer cambiar, a decir “soy así, ya ni modo...”. No eres un adicto sexual, sino alguien que, por muchas situaciones y mecanismos de defensa casi automáticos, ha buscado en el romance, el sexo y las relaciones una válvula de escape para sus problemas. Estos problemas, sin embargo, pueden tratarse con la medicina adecuada. No se solucionan “anestesiándolos” con el sexo.
Vale la pena ir a profundidad. Si bien continuar viviendo como hasta ahora lo has hecho es más cómodo y te gratifica inmediatamente, esa no es la respuesta a lo que buscas. ¿Por qué? Usaré un verbo fuerte: te esclavizas. Todo tú amarrado por una compulsión que te roba las ganas, los sueños, tus proyectos... ¡un esclavo! Si ya estás viviendo una adicción sexual, quiero ayudarte a salir de ella.
¡Porque sí hay salida!
En este primer acercamiento empecemos con algunas preguntas. Por favor, trata de responderlas sinceramente:
Examínate a Ti Mismo
Examen orientativo que ofrecen en la página de Sexólicos Anónimos y que puede servirte para ver cuál es la gravedad de tu problema.
1.¿Se te ha ocurrido alguna vez que necesitas ayuda para modificar tu comportamiento o pensamientos sexuales?
2.¿Que te iría mucho mejor si no te ´dejaras llevar´ por los impulsos sexuales?
3.¿Que el sexo o los estímulos exteriores te controlan?
4.¿Has tratado alguna vez de parar o limitar aquello que consideras perjudicial en tu conducta sexual?
5.¿Utilizas el sexo para huir de la realidad, aliviar la ansiedad o porque no sabes resolver los problemas que la vida te plantea?
6.¿Tienes sentimientos de culpa, remordimientos o depresiones después?
7.¿Se ha vuelto más compulsiva tu búsqueda de sexo?
8.¿Perjudica a las relaciones con tu cónyuge?
9.¿Te ves obligado a recurrir a imágenes o a recuerdos durante el acto sexual?
10.¿Se apodera de ti un impulso irresistible cuando la otra parte toma la iniciativa o te propone relaciones sexuales?
11.¿Estás siempre saltando de pareja en pareja o de amante en amante?
12.¿Crees que ´el amor verdadero´ te ayudaría a liberarte de la lujuria, a abandonar la masturbación o a dejar de ser tan promiscuo?
13.¿Tienes una necesidad destructiva, una necesidad sexual y emocional desesperada de alguien?
14.La búsqueda de sexo, ¿hace que no prestes atención a tus necesidades o al bienestar de tu familia y de los demás?
15.¿Se ha reducido tu rendimiento y tu capacidad de concentración en la medida en que el sexo se ha vuelto más compulsivo?
16.¿Te roba tiempo que debieras dedicar al trabajo?
17.¿Cuando buscas sexo acudes a un medio social más bajo?
18.¿Te entran ganas de alejarte lo más rápidamente posible de la otra persona una vez finalizado el acto sexual?
19.¿Te masturbas y tienes relaciones sexuales con otras personas, a pesar de que tu cónyuge es sexualmente satisfactorio?
20.¿Te han arrestado alguna vez por algún delito relacionado con el sexo?
© 1997-2006 Sexaholics Anonymous Inc.
Si has respondido que sí a más de una de estas preguntas, te sugerimos que leas nuestros otros artículos sobre adicción sexual y busques un profesional que pueda orientarte o un grupo de Sexólicos Anónimos.
En medio de estas situaciones te puedes preguntar: ¿qué tanto es tantito?... Quiero hablarte de qué son las adicciones sexuales y, en el camino, podrás darte cuenta si estás metido en una sin saberlo. Antes de comenzar, me gustaría que consideraras esta idea: tus acciones no definen quién eres. Por lo tanto no es muy adecuado decir “soy un adicto sexual.” Eso sería una etiqueta falsa que te habrías impuesto y, peligrosamente, puede llevarte a no querer cambiar, a decir “soy así, ya ni modo...”. No eres un adicto sexual, sino alguien que, por muchas situaciones y mecanismos de defensa casi automáticos, ha buscado en el romance, el sexo y las relaciones una válvula de escape para sus problemas. Estos problemas, sin embargo, pueden tratarse con la medicina adecuada. No se solucionan “anestesiándolos” con el sexo.
Vale la pena ir a profundidad. Si bien continuar viviendo como hasta ahora lo has hecho es más cómodo y te gratifica inmediatamente, esa no es la respuesta a lo que buscas. ¿Por qué? Usaré un verbo fuerte: te esclavizas. Todo tú amarrado por una compulsión que te roba las ganas, los sueños, tus proyectos... ¡un esclavo! Si ya estás viviendo una adicción sexual, quiero ayudarte a salir de ella.
¡Porque sí hay salida!
En este primer acercamiento empecemos con algunas preguntas. Por favor, trata de responderlas sinceramente:
Examínate a Ti Mismo
Examen orientativo que ofrecen en la página de Sexólicos Anónimos y que puede servirte para ver cuál es la gravedad de tu problema.
1.¿Se te ha ocurrido alguna vez que necesitas ayuda para modificar tu comportamiento o pensamientos sexuales?
2.¿Que te iría mucho mejor si no te ´dejaras llevar´ por los impulsos sexuales?
3.¿Que el sexo o los estímulos exteriores te controlan?
4.¿Has tratado alguna vez de parar o limitar aquello que consideras perjudicial en tu conducta sexual?
5.¿Utilizas el sexo para huir de la realidad, aliviar la ansiedad o porque no sabes resolver los problemas que la vida te plantea?
6.¿Tienes sentimientos de culpa, remordimientos o depresiones después?
7.¿Se ha vuelto más compulsiva tu búsqueda de sexo?
8.¿Perjudica a las relaciones con tu cónyuge?
9.¿Te ves obligado a recurrir a imágenes o a recuerdos durante el acto sexual?
10.¿Se apodera de ti un impulso irresistible cuando la otra parte toma la iniciativa o te propone relaciones sexuales?
11.¿Estás siempre saltando de pareja en pareja o de amante en amante?
12.¿Crees que ´el amor verdadero´ te ayudaría a liberarte de la lujuria, a abandonar la masturbación o a dejar de ser tan promiscuo?
13.¿Tienes una necesidad destructiva, una necesidad sexual y emocional desesperada de alguien?
14.La búsqueda de sexo, ¿hace que no prestes atención a tus necesidades o al bienestar de tu familia y de los demás?
15.¿Se ha reducido tu rendimiento y tu capacidad de concentración en la medida en que el sexo se ha vuelto más compulsivo?
16.¿Te roba tiempo que debieras dedicar al trabajo?
17.¿Cuando buscas sexo acudes a un medio social más bajo?
18.¿Te entran ganas de alejarte lo más rápidamente posible de la otra persona una vez finalizado el acto sexual?
19.¿Te masturbas y tienes relaciones sexuales con otras personas, a pesar de que tu cónyuge es sexualmente satisfactorio?
20.¿Te han arrestado alguna vez por algún delito relacionado con el sexo?
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Si has respondido que sí a más de una de estas preguntas, te sugerimos que leas nuestros otros artículos sobre adicción sexual y busques un profesional que pueda orientarte o un grupo de Sexólicos Anónimos.
miércoles, 21 de abril de 2010
Mensaje de Juan Pablo II a la XVIII Conferencia Internacional sobre la Depresión
«La clave para ayudar a una persona con depresión es el amor y la oración. Las personas que cuidan de los enfermos deprimidos deben ayudar a recuperar la propia estima, la confianza en sus capacidades, el interés por el futuro, las ganas de vivir. Por eso, es importante tender la mano a los enfermos, hacerles percibir la ternura de Dios, integrarlos en una comunidad de fe y de vida, en la que se sientan acogidos, comprendidos, sostenidos, dignos, en una palabra, de amar y de ser amados.
En el camino espiritual son de gran ayuda la lectura y la meditación de los salmos, el rezo del Rosario, la participación en la Eucaristía, fuente de paz interior. La difusión de los estados depresivos es preocupante. Se manifiestan fragilidades humanas, psicológicas y espirituales, que al menos en parte son inducidas por la sociedad. Es importante ser conscientes de las repercusiones que tienen los mensajes transmitidos por los medios de comunicación sobre las personas, al exaltar el consumismo, la satisfacción inmediata de los deseos, la carrera a un bienestar material cada vez mayor. Es necesario proponer nuevas vías, para que cada uno pueda construir la propia personalidad, cultivando la vida espiritual, fundamento de una existencia madura. La Iglesia y la sociedad deben proponer a las personas, especialmente a los jóvenes, figuras y experiencias que les ayuden a crecer en el plano humano, psicológico, moral y espiritual. La ausencia de puntos de referencia contribuye a crear personalidades más frágiles, llevando a considerar que todos los comportamientos son semejantes.
Juegan un papel relevante la familia, la escuela, los movimientos juveniles, las asociaciones parroquiales.
También es significativo el papel de las instituciones públicas para asegurar condiciones de vida dignas, en particular, a las personas abandonadas, enfermas, ancianas. Son igualmente necesarias las políticas para la juventud, que ofrezcan a las nuevas generaciones motivos de esperanza, preservándolas del vacío o de otros peligros».
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No estás deprimido estás distraído
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